El poder del amor
Llegamos a esta finca de plantas para ir a la oficina a arreglar
unos problemas con su sistema informático. La finca era enorme y
tenía todo tipo de plantas y hierbas a la venta. Tenía su propio
pozo de agua e incluso un lago artificial que se utilizaba para
regar el césped y de esa manera mantenían su césped con un aspecto
saludable. La finca tenía una casa enorme y lo que más me impresionó
de la casa eran sus enormes ventanas sin nada que impidiera la
entrada de mosquitos e insectos. Me recordó a esas casas grandes que
se ven en las películas europeas. Todo era enorme. La cocina, el
comedor y los alrededores.
Tenían una sección con
camiones, grúas y todo tipo de equipos y las oficinas comerciales
estaban allí. Todo estaba lejos de la casa. La casa se veía ordenada
y hermosa. Me recordó la historia de un niño que plantó una semilla
de frijol y creció hacia el cielo. El niño trepó por la semilla de
frijol y llegó al cielo. Allí conoció a un gigante y su enorme casa.
Cuando llegamos a la oficina, mi
esposo notó una planta que parecía que se había desprendido de la
planta principal. Tenía unas púas que parecían lanzas de guerra en
cada espiga de la planta grande, de unos 30 centímetros más o menos.
Todavía tenía una bola de tierra con algunas raíces. Notamos que
estaba tirada en el suelo y nadie la había recogido para tal vez
replantarla. Había tantas plantas que parecía que la habían dejado
tirada allí como basura. Quisimos recogerla pero no nos atrevimos a
pedirla y la dejamos allí. Al final del día la habían pisado varias
veces e incluso la rueda de un camión la había pasado por encima.
Parecía una persona golpeada en la carretera esperando la ambulancia
o la muerte.
Llevamos el equipo al taller de
nuestra casa para arreglar la computadora y luego mi esposo, cuando
todo estaba bien, lo llevaba de regreso a la oficina de la finca.
Pasaron varios días y mi esposo fue a entregar el equipo y me cuenta
que lo primero que vio fue la planta, toda atropellada. Parecía que
el gigante la había masticado y luego la había escupido al suelo. Se
bajó del auto y montó todo y cuando subió al auto miró la planta. Se
imaginó a la planta pidiendo su ayuda. Que a pesar de que se estaba
muriendo quería vivir. Buscó al dueño y le preguntó si podía
llevarse la planta y este lo miró como si estuviera loco ya que la
planta estaba en estado grave.
La recogió del suelo y la colocó como si fuera un
paciente herido. Cuando llegó a casa, me sorprendió ver esa triste
planta. Me contó en broma cómo la escuchó pedir ayuda. “Por favor,
sácame de aquí. SÁLVAME”. Me reí, ya que no era la primera vez que
su compasión tomaba el control de sus acciones..
Si vienes a mi casa en el patio verás
una planta enorme que mide casi 6 pies de alto. Tiene por lo menos
50 espigas o más y parecen espadas de guerra. La fuerza del amor y
el agradecimiento por haberla cuidado con tanto amor, la planta hizo
lo posible por crecer. Es una planta espectacular cuando la miras.
Por cariño la llamé el monstruo. Es tan grande que parece venida de
otro planeta. Refleja felicidad y amor por mi esposo que todavía le
habla y la baña con su manga. Le corta las espigas y le dice lo
hermosa que es. La mira con orgullo y alegría y ella estira sus
espigas como si quisiera abrazarlo. Es hermosa y recta. La fuerza
del amor es increíble si pudiéramos ser así el uno con el otro.

*** Fin ***
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